ENCUENTRO SIN FRONTERAS 2020

Los veranos en ELIN se llenan de nuevas risas, de miradas curiosas, de bailes, de intercambio, de conversaciones que mezclan diferentes lenguajes, culturas y pensamientos, de personas que se conocen por primera vez y que solo quieren compartir su tiempo desde el respeto y la igualdad.

Este año parecía que no iba a haber verano. La COVID-19 ha trastocado la vida que llevábamos hasta ahora, pero no nos ha quitado las ganas de continuar y seguir con nuestros propósitos.

Estamos aprendiendo a adaptarnos a las circunstancias y, si para ello, tenemos que dar un rodeo, lo vamos a hacer. Así que eso es lo que hemos hecho.

Durante unos días nos hemos vuelto a reencontrar personas que ya formamos parte de la familia ELÍN y, sin perder el espíritu de los Encuentros Sin Fronteras, hemos podido compartir conocimientos y experiencias entre nosotros para seguir aprendiendo sobre igualdad y feminismo, sobre la ecología y medio ambiente y los movimientos afro y el panafricanismo.

Siempre respetando las medidas de seguridad y prevención, se han continuado con las clases de castellano que se retomaron desde finales de mayo, se han realizado actividades al aire libre en la ciudad como las visitas al Parque San Amaro, el Mirador de San Antonio o el Mirador de Isabel II. Por supuesto no faltaron los encuentros al final del día que nos permitieron forjar los lazos de fraternidad.

Sin lugar a dudas, una muy especial para quienes se encuentran en Ceuta como para que los veníamos de la Península fue el Círculo del Silencio.

Después de 5 meses, se pudo retomar esta actividad tan necesaria para visibilizar y denunciar la situación de las personas migrantes y refugiadas en este enclave en el norte de África como del Estado español.

Hubo tiempo para reencuentros, celebraciones y despedidas. Hubo tiempo para escuchar, reflexionar y hablar. Hubo tiempo para querer y ser queridas. Hubo tiempo para compartir.

Este año, sin lugar a dudas, fue un encuentro sin fronteras. No sólo por derribar las fronteras invisibles que se han creado para separarnos y evitar ver y valorar la riqueza de los demás, sino porque también se derribo la frontera del miedo y se ha convertido en respeto a una enfermedad con la que convivir con sentido común.

Este año ELIN fue, más que nunca, oasis de paz, respeto y fraternidad.

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